Todo estaba mal. La normalidad era una pesadilla.
Trabajos infectos, inseguros, que no aportan beneficios a la sociedad ni a la gente, que solo producen riqueza para unos pocos ricos, con horarios y espacios infernales, sin alegría, sin crecimiento personal o cultural o mental.
Niños y ancianos guardados y cuidados por otros en edificios semicarcelarios.
Producción mundial sostenida en esclavitud, corrupción, distribución de la riqueza completamente insolidaria, explotación, suciedad, contaminación, expolio, destrucción de recursos naturales y del medio ambiente.
Horarios frenéticos. Nervios, Gritos. Incapacidad de sentir, pararse, pensar, reflexionar. Consumo frenético de objetos, alcohol, diversión. Transporte y traslados continuo de gente moviéndose a sitios iguales de los que salieron.
No se, a mi la normalidad no me parecía tan guay.
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